Con el paso del tiempo y los “avances” tecnológicos, hemos ido olvidando el importante papel que tienen las sensaciones, las emociones y las percepciones a nivel psicológico.
La mayoría de entrenadores prescriben los entrenamientos en base a datos que en principio determinan y predicen nuestro rendimiento, dejando de lado aspectos tan importantes como la motivación, la concentración, la gestión del esfuerzo o la resistencia al dolor, cuando en realidad estos los que nos obligan a bajar el ritmo mientras entrenamos o competimos.
Scott (1981) fue el primero en mostrar que el umbral de dolor entre deportistas de élite y recreacionales es idéntico (Manu Sola, La naturaleza del entrenamiento). La diferencia está en que los deportistas de élite pueden resistir un mismo grado de dolor durante más tiempo que los recreacionales. Dicho de otra forma, los primeros tienen más resistencia al dolor.
Lo cierto es que solemos confundir “dolor” con “sufrimiento”. El dolor es una percepción, mientras que el sufrimiento es un sentimiento. Estos dos factores determinan la capacidad del deportista para resistir el esfuerzo.
A continuación, os dejo 2 técnicas que considero efectivas para mejorar la resistencia al dolor:
- Desviar el foco de atención: Enfocar nuestra atención en algo ajeno a aquello que nos provoca el dolor como puede ser la cadencia, la respiración o el entorno.
- Transformar el dolor en algo positivo: Se trata de centrar nuestra atención en la parte positiva de sentir el dolor, convirtiéndolo en un sentimiento de orgullo o éxito.
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